Y así comenzó aquella aventura. No habían acabado de pisar aquel puente, sí, sí, ese que cruza el río Anguis, cuando lo encontraron. Abierto, roído y pisoteado por algunas botas y cascos de caballos ahí estaba. Un libro. Pero no era un libro cualquiera.
Sin dudarlo lo levantaron y ojearon su interior. Los dos muchachos miraron sus páginas, arriba y abajo, en busca de letras, fórmulas secretas y quizás algún truco para un hechizo del tres al cuarto. Pero aquel libro no escondía ningún secreto; estaba en blanco.
Sin dudarlo lo levantaron y ojearon su interior. Los dos muchachos miraron sus páginas, arriba y abajo, en busca de letras, fórmulas secretas y quizás algún truco para un hechizo del tres al cuarto. Pero aquel libro no escondía ningún secreto; estaba en blanco.
Decidieron que a ratos uno y a ratos el otro llenarían sus hojas de inumerables historias, leyendas, cuentos y fábulas para darle vida y honrarle, pues cualquier libro debe ser premiado con el honor de verse escrito.
Foto realizada en el Lavadero de Deva - Gijón - Asturias (España)
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