jueves, 27 de marzo de 2014

Flechazo a primera vista



      Una flecha, solitaria, temida y amada. Que vuela y tiembla. Imperceptible, lanzada que rompe el silencio del aire, lo separa a sus lados, abriéndose paso.
      Escondida y curiosa, a la vez despistada. Fija en su objetivo. Se retuerce y vuela.
      Nadie puede detenerla, intocable, efímera y flotante. Traidora y fiel… sabia inconsciente.
      Y vuela, vuela y el arco desde el que fue lanzada tiembla temeroso ante el destino. La hierba se tambalea a su paso. Las ramas y hojas observan respetuosas, admirando su fuerza y energía, su poderío y decisión.
      Y llega atravesando escudos, el fuego y el metal ceden a su paso, se resquebrajan, se hacen añicos.
      Pero nada la detiene.
      Sigue sin pausa hasta la piel, los músculos se rinden, el sino está asegurado. La sangre, que la baña, agradece su valor, una bendición, una sentencia.
      Con un soplo de aire llega hasta los pulmones, que se encogen ante su presencia, perturbadora. El azul y el rojo, el negro y blanco, la oscuridad, la asfixia.
      El corazón se rinde, falto de fuerzas. Las piernas que tiemblan, la mente flaquea. La visión borrosa. El caos. La falta de aire. Pensamientos. Ahogamiento. 
      La muerte.

lunes, 17 de marzo de 2014

La Esfera de los Sueños (II)

                Torsak llegó a una gran puerta de madera bandeada de hierro. Había un gran llamador en forma de león. Golpeó con fuerza, esperando que alguien le recibiese. Habían pasado dos semanas desde el robo de la esfera. Y su única intención era recuperarla. Se abrió la puerta, y apareció un lacayo.

- Adelante, mi señor te espera. - dijo el hombre, sin apenas dar muestra de haberse dado cuenta de la sorpresa en la cara de Torsak, que no había anunciado su llegada.

            Fue conducido por un largo pasillo lleno de armaduras hasta una puerta, que el lacayo abrió, y le indicó que entrase. El interior era un despacho de madera muy recargado, con estanterías colmadas de adornos y artefactos diferentes, desde cetros mágicos antiguos hasta monedas de imperios pasados. Frente a él en una mesa de ébano había pilas de libros que un mago leía con cara pensativa.

             Tras unos minutos de silencio y rasgueo de pluma, el mago alzó la vista, y le indicó a Torsak que se sentase en una de las sillas. Arion Corona de Llamas era un mago mercenario de cierta reputación en la ciudad. Conocido por su Arte, su perspicacia, y por ser de poca confianza, incluso para su empleador. Torsak sabía esto, pero había llegado a la conclusión de que era el más apto para encontrar su esfera y recuperarla, y estaba dispuesto a pagar lo suficiente como para que no se quedara él el artefacto, y llevase a cabo el trabajo según su interés.

             El cristal mostraba una imagen de un despacho de madera en el que un hombre moreno cerraba la puerta, y un mago revisaba las notas en las que trabajaba antes de la interrupción. ¡Cómo le gustaban las coincidencias! Este nuevo trabajo iba encaminado en la dirección de sus últimas investigaciones para propio beneficio. Sin embargo no todo iba a ir como planeaba. A este lado del cristal dos cabezas se inclinaban observadoras, una calva, y otra con una larga melena castaña.  El hombre calvo miró a su compañera castaña, y dijo:

-  No podemos permitir que esta esfera continúe circulando por ahí. Tiene muchos más secretos ocultos que la simple creación de sueños, y algunos más peligrosos aún.

- Estoy de acuerdo, yo me haré cargo. Es seguro que el robo lo llevó a cabo ese charlatán de Brocton. Sería mucho más fácil recuperar la esfera de las manos de éste antes de que el mago mercenario meta sus manos en el asunto - dijo la hechicera, jugando con  los anillos de sus dedos - De todas maneras, deberíamos intentar una solución mejor que destruir un artefacto tan bello.

- Elimina la esfera. Sé que es una pérdida irreparable, pero no hay otra salida, no podemos arriesgarnos - respondió el hombre antes de abandonar la estancia.

               Clarice se quedó pensativa. La esfera le gustaba, era una obra maestra de orfebrería, pero era cierto que los riesgos eran elevados, si la mitad de las cosas que se contaban eran ciertas.

 ***

            Arion apareció en la entrada a una caverna. Desde ese punto alto en las montañas se podían observar muchas tierras en un día claro. El suave viento le traía olores del bosque cercano, pero él giró hacia la caverna. Sabía que ahí dentro se escondía ese patán de Brocton, que si no fuera por esa túnica con runas sería incapaz de encender una vela sin un instructor. Pero eso se acababa hoy. Al fin y al cabo ambos tenían más o menos la misma talla, la túnica le quedaría bien.

                El mago comenzó a recitar con voz segura, mientras creaba los dos hechizos que traía preparados. Uno, un campo de energía que evitaría que su adversario se teleportara a otro lado. El segundo, un desbaratador de guardas protectoras, que le permitiría entrar en la caverna, aunque por muy patán que fuera Brocton, no podría evitar ser descubierto al destruir todas las custodias de la caverna.

            Arion avanzó hacia el interior, notando como las protecciones caían a su paso. Una vez superado el túnel de entrada, llegó a una caverna más amplia. Conocía la gruta de anteriores visitas para comerciar con el mago que la habitaba, pero la vista le sorprendió. En esta caverna era donde Brocton se reunía con sus visitas, pero estaba ahora ocupada por un laberinto. Sin embargo no era un laberinto común y corriente. En algunos puntos las paredes del mismo eran de un cristal azulado que impedía discernir, como si fueran espejos, cuál era el camino, pero otras de las paredes eran de metal negro como el carbón, con tallas en forma de serpiente que siseaban y se movían. Tenían aspecto de trampas. Y para colmo, cada cierto tiempo, una de las secciones oscuras se aclaraba, mientras que una de las transparentes se transformaba metal oscuro.

                Arion intentó disipar el laberinto con su hechizo, pero nada pasó. Resopló, y avanzó hacia la entrada, esperando encontrar la salida fácilmente...

***

                Clarice observaba a través del cristal. Brocton se había percatado de la visita, pero no parecía preocupado. Sin embargo Arion hacía cosas raras. Caminaba siguiendo rutas geométricas a través de una caverna vacía. La hechicera volvió a cambiar la imagen en el cristal para observar a Brocton. Le encontró junto a una de las paredes de la segunda caverna, su sala de conjuros, rebuscando con una mano en una montaña de pergaminos sobre una de las mesas. Pero había algo extraño en la imagen... y entonces Clarice lo vio, sostenía la esfera plateada con su mano izquierda, fuertemente apretada. Y comprendió.

                El mago estaba utilizando el poder de la esfera para entretener a su enemigo en la primera sala. Aunque se la conocía como Esfera de los Sueños, en realidad era un poderoso artefacto de ilusión, no era necesario que la víctima estuviera durmiendo. Pero sólo podía utilizarse sobre un individuo al tiempo, por eso ella no veía lo que veía Arion en la caverna, porque sólo estaba dentro de la mente del hombre. Evidentemente Brocton sólo estaba haciendo tiempo para encontrar la manera de huir. Pero esto no le convenía a ella. Sería mucho más fácil dejar que se agotaran o eliminaran al uno al otro, y recuperar la esfera del vendedor.

                Empezó a hacer los gestos para liberar uno de los conjuros que tenía preparados para esta ocasión especial, y lo lanzó a través del cristal, hacia la sala en la que el mago rebuscaba con histeria.

***

                En una amplia caverna, a la luz ahora potente de unas runas sobre una túnica morada, un mago rebuscaba entre sus pergaminos y papeles, buscando, y hablando solo... 

                En ese momento, sintió una poderosa magia a su alrededor, y vio como cerca de donde se encontraba aparecían arcos eléctricos, que poco a poco daban forma a un enorme ser serpentino. Un dragón de electricidad, de color amarillento, se lanzó sobre él, que se lanzó al suelo esquivando por poco la embestida. Con un estruendo un montón de rayos se desprendieron cuando la magia chocó contra la mesa haciéndola pedazos y dejando un surco en el suelo. El mago se levantó intentando separarse para lanzar un hechizo, mientras la bestia le perseguía enconadamente.

                Después de varios vaivenes y esquivas apresuradas, Brocton se dio cuenta de que lo estaban guiando... lo habían guiado, todos los ataques fallados por el ser eléctrico simplemente habían sido una estratagema para arrinconarlo junto a la puerta de salida hacia la sala en la que se encontraba el mago visitante.

                Clarice, a través del cristal, concentrada en lo que hacía, con el pelo algo enmarañado por controlar tal cantidad de energía eléctrica, lanzó a su creación contra el mago, pero concentrando su fuerza un poco más allá.

                Brocton consiguió tejer un escudo apresurado, pero viendo lo que se le venía encima. El dragón lo golpeó de refilón, destrozando su escudo por completo y produciéndole un dolor terrible. Pero el hechizo eléctrico impactó de lleno contra la puerta, destrozándola junto con gran parte de la pared de la caverna, dejando un hueco lo suficientemente grande como para ver al otro lado un mago. Un  mago que parpadeaba repetidamente, al verse libre del laberinto y reconocer a su enemigo herido al otro lado del polvo y las rocas que caían por todas partes. Brocton también se percató de algo. ¡Había liberado el laberinto! Debido al dolor de la descarga, había perdido la concentración que canalizaba a través de la esfera.

                Brocton forcejeó con su lastimado cuerpo para levantarse, cuando sintió una presencia cerca. Arion estaba junto a él, y alargaba la mano para agarrar la esfera y quitársela de las manos. No podía permitírselo. Con una palabra arcana, una de las runas de su túnica brilló con furia roja, y una brutal onda de choque desperdigó cascotes y mago por igual. Desafortunadamente, esa misma onda de choque hizo caer un nuevo trozo del techo.

                Arion se levantó, molesto por haber sido sorprendido por un rival tan débil. Miró a su alrededor. Un reguero de sangre discurría desde una enorme roca, debajo de la cual se podía ver los restos de una túnica morada, que lejos de brillar ya, sus runas comenzaban a desdibujarse. Un suave tintineo atrajo la mirada del mago. La esfera plateada rodaba cerca de los restos de su último poseedor. Con una palabra y un complicado gesto de una mano, la esfera se alzó en el aire, en dirección al mago.

                Desde el otro lado de la imagen, Clarice observaba. Y era hora de actuar más abiertamente. Concentró toda su voluntad a través de la imagen. El hechizo de Arion que bloqueaba la teleportación era demasiado débil para suponer una verdadera barrera.

                Arion observó cómo una mujer apareció ante él. Y la reconoció. Y decidió saludarla como se merece, rebuscando el polvo de azufre en su bolsa, y comenzó a moldear su hechizo...

                 Cuando la maga vio a su contrincante lanzar al aire el polvo de azufre, ya supo lo que tenía que hacer...

                El centro de la caverna eruptó con la furia elemental. Por un lado, una enorme lengua de fuego, por el otro, una gigantesca ola que lo arrastraba todo a su paso. Nubes de vapor se desprendieron, pero el fuego fue incapaz de derrotar al agua. Arion vio cómo el contrahechizo se le venía encima, y en el segundo en que pensaba cómo reaccionar, la maga aprovechó para lanzar otro hechizo eléctrico en un gesto apresurado. El agua cargada golpeó con fuerza al mago, la electricidad haciendo añicos su escudo, y la fuerza acuática le mandó contra la pared.

                El hombre se quedó sin respiración, pero aún así inició otro conjuro y se lo lanzó a su oponente. Oponente que con un gesto despectivo de su mano lo anuló, para seguidamente lanzar su contraataque. De su mano extendida brotaron unas lanzas de luz, que clavaron con fuerza al mago contra la pared. La esfera, a duras penas sostenida durante los primeros envites, volvió a caer, pero su tintineo sustituido ahora por el chapoteo en los charcos creados en la batalla.

-  Creo que esto no te pertenece - dijo Clarice, agachándose - pero te perdonaré la vida, no tengo nada contra ti.

                En un revuelo de cabellos castaños, la mujer desapareció, y el hombre cayó al suelo, al desaparecer el hechizo que le mantenía clavado a la pared. Arion sólo podía sentirse aliviado de salir vivo de ésta. Un trabajo aparentemente sencillo se había convertido en un problema. Era mejor que se apartase del asunto, o mejor se apartase de todo, ahora que la Torre de Obsidiana empezaba a enviar a sus más reconocidos emisarios a la zona...

***

-  Señora, el supervisor desea recibir el informe sobre la destrucción de la esfera de los Sueños -  dijo el escriba - sobre todo desea saber si efectivamente ha sido destruida.

- Sí, ahora mismo lo estaba redactando - fue la contestación de la mujer sentada en el despacho - Se lo enviaré en cuanto termine. Dile que la esfera no volverá a causar problemas.

                El despacho, decorado con austeridad, estaba repleto de estanterías con libros diversos, y artefactos de todo tipo. Cuando el escriba abandonó la estancia, no se dio cuenta de que, en una de las estanterías,  sobre un pedestal alfombrado de terciopelo descansaba una esfera plateada.

FIN

sábado, 1 de marzo de 2014

La Esfera de los Sueños (I)

                Llovía. Llovía mucho. Pasado ya el largo crepúsculo veraniego, una sombra se deslizaba entre los charcos por el puerto de la ciudad. Se acercó a una puerta de un edificio, frente a la cual colgaba un cartel ilegible por antiguo, pero con una imagen de una gran jarra de cerveza desgastada.

                Al abrir la puerta, un mundo diferente se abrió ante sus ojos. Frente a la humedad del exterior, en el interior de la taberna una gran chimenea caldeaba el ambiente, y el sonido de distendidas charlas en el local era más acogedor que el oleaje del mar. Esperando en una mesa alejada de la chimenea, en la oscuridad, como si quisiese no ser visto, había un hombre de mediana edad, su cliente.

                El hombre avanzó hasta la barra, pidió una cerveza, y fue a sentarse a la mesa, asegurándose de que nadie se fijaba en él. Miró a su cliente, que recostado sobre la pared, bebía de una jarra espumeante. Iba vestido con ropa de calidad, pero con sobriedad, como quien no quiere llamar la atención. Le miró directamente a los ojos:

- ¿Tienes lo que te encargué?- dijo Torsak.

- Sí, respondió el saqueador recién llegado - pero te va a costar más de lo que acordamos, dos de los míos murieron al entrar en el recinto. Lo encontramos en unas viejas ruinas enanas al norte de Imbrur. Pero si esto es una reliquia enana no vi ninguna igual antes, y he visto unas cuantas.

-Te pagaré una vez y media lo acordado, y nada más. Ahora enséñamelo.-dijo alargando la mano.

                El saqueador dio un trago a su jarra, y empezó a rebuscar entre sus ropas. Sacó un paño envuelto alrededor de algo del tamaño de una manzana grande. Empezó a desenvolverlo con cuidado de que nadie lo viese, y se lo alargó a Torsak con cuidado, no sin antes dudar, a pesar de que sabía que era un cliente de fiar. Era una esfera plateada, con dibujos dorados en su superficie. Formas geométricas imitando animales diversos.

- Me parece que es lo que llevo tanto tiempo buscando. Aquí tienes el pago de la parte que habíamos acordado. La otra parte pásate a reclamarla mañana a mi encargado en el mercado norte, no la llevo encima. - y tras decir esto Torsak sacó del bolsillo un saquito y se lo entregó al hombre, que otra vez volvió a dudar, pero por encima de todo este era un cliente a quien no debía hacer enfadar.

                El saqueador miró dentro del saquito con discreción, y vio los zafiros en el interior. Ya los contaría más tarde, esa taberna, aunque acostumbrada a este tipo de asuntos, no era el lugar apropiado para mostrar una fortuna.

                                                                                        ***

                Horas más tarde, Torsak se retiró a su habitación en la taberna. Podría haber ido a su oficina comercial, donde sus trabajadores le dispondrían una, pero estando tan lejos de casa prefería no llamar la atención.  Se aseguró de poner una cuña en el interior de la puerta, pues aunque la cerradura funcionaba correctamente, toda precaución era poca. Se aseguró también de que el cierre de la ventana también estaba en buenas condiciones.

                Se desvistió cuidadosamente, y se metió en la cama con su daga envenenada debajo de la almohada, y allí también escondió la esfera. Una esfera que era más que una joya. Las leyendas del sur decían que era un artefacto capaz de inducir sueños en otros por orden de su portador, y de, a través de los sueños controlar la mente del individuo bajo el influjo de la joya. Sí, este artefacto le iba a traer muchos beneficios, pudiendo controlar completamente a la competencia, haría a su empresa una de las más ricas del norte...

                Una suave brisa le indicó que alguien silenciosamente había abierto la ventana sin hacer nada de ruido en absoluto. Abrió los ojos alzando rápidamente la daga en una mano, y la esfera bien sujeta en la izquierda. Había un hombre delgado, vestido de cuero, entrando por la ventana... en realidad sus orejas picudas delataban su ascendencia élfica.

                El ladrón, con un estilete sacado de no se sabe dónde, le lanzó una cuchillada a la garganta. Torsak, en calzones como le gustaba dormir, se lanzó hacia atrás en una improvisada pirueta intentando aún deshacerse de las sábanas. El elfo se lanzó sobre él por encima de la cama, y él aprovecho, con un gran esfuerzo, para enrollar al ladrón con las mismas sábanas que le entorpecían, quitándose un problema de encima. Aprovechó para golpear un par de veces al elfo en la cabeza, y darle una puñalada, pero viendo que la daga no penetraba, se dio cuenta de que el ladrón llevaba algún tipo de protección mágica.

                Ante esta situación, Torsak pensó que debería huir. Aprovechando que el ladrón intentaba liberarse de las sábanas, fue hacia la puerta, quitando la cuña y abriendo la cerradura, huyó al pasillo gritando para avisar a la servidumbre de la posada. Salió corriendo hacia la sala común, con el elfo a sus talones, ya liberado. Sus ojos azules y su pelo dorado brillaban con la luz de las velas del pasillo.

                Cuando Torsak ya llegaba a la escalera, el elfo le lanzó una cuchillada a los talones, que aunque no consiguió hacerle daño, bastó para que se tropezara, y cayese rodando pesadamente por las escaleras.  La esfera se le escapó de las manos, aunque consiguió retener su daga. El elfo saltó ágilmente por encima de él, cogió del suelo la esfera, y corrió hacia la puerta principal de la posada, que debido a los asuntos oscuros que en ella se realizaban, permanecía abierta toda la noche.

                Pero Torsak se levantó deprisa, aunque dolorido, y consiguió alcanzar al elfo, y lanzarle una puñalada por la espalda, que aunque no atravesó, provocó un brillo de chispas: la protección mágica había caído. El ladrón, sabiéndose desprotegido, se dio la vuelta, y en ese momento Torsak aprovechó para lanzar otra cuchillada a la mano que sujetaba la esfera. El elfo empezó a gritar, quemado por el veneno de fuego de la daga, y abrió la mano dolorido. La esfera plateada cayó con un ruido sordo al suelo.

                En ese momento, una sacudida de energía recorrió toda la taberna. Rayos amarillos y blancos recorrieron la sala común en oleadas desde el punto en el que había estado peleando. Torsak se vio lanzado contra la pared con fuerza. Cuando todo pasó, observó al elfo achicharrado al otro lado de la sala, y en medio a un mago alto, de pelo negro, vestido con ropas moradas con bordes dorados y multitud de runas brillantes.

                El mago se agachó a recoger la esfera, y volvió a alzarse, sonriendo a Torsak, y todo empezó a llenarse de niebla espesa...

                                                                                        ***

                Torsak se despertó, se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Metió la mano debajo de la almohada para asegurarse de que todo estaba correcto... ¡la esfera no estaba! abrió los ojos y se dio cuenta de que la habitación estaba levemente iluminada. No recordaba haber dejado ninguna vela encendida... Y entonces lo vio. El mismo mago del sueño, la misma sonrisa, las runas de su túnica eran las que iluminaban la habitación.

- Veo que las leyendas eran ciertas, esta esfera tiene un gran potencial- dijo antes de desaparecer como si nunca hubiera estado allí.



CONTINUARÁ...