Llovía.
Llovía mucho. Pasado ya el largo crepúsculo veraniego, una sombra se deslizaba
entre los charcos por el puerto de la ciudad. Se acercó a una puerta de un
edificio, frente a la cual colgaba un cartel ilegible por antiguo, pero con una
imagen de una gran jarra de cerveza desgastada.
Al
abrir la puerta, un mundo diferente se abrió ante sus ojos. Frente a la humedad
del exterior, en el interior de la taberna una gran chimenea caldeaba el
ambiente, y el sonido de distendidas charlas en el local era más acogedor que
el oleaje del mar. Esperando en una mesa alejada de la chimenea, en la
oscuridad, como si quisiese no ser visto, había un hombre de mediana edad, su
cliente.
El
hombre avanzó hasta la barra, pidió una cerveza, y fue a sentarse a la mesa,
asegurándose de que nadie se fijaba en él. Miró a su cliente, que recostado
sobre la pared, bebía de una jarra espumeante. Iba vestido con ropa de calidad,
pero con sobriedad, como quien no quiere llamar la atención. Le miró
directamente a los ojos:
- ¿Tienes lo que te encargué?- dijo Torsak.
- Sí, respondió el saqueador recién llegado - pero te va a costar más de
lo que acordamos, dos de los míos murieron al entrar en el recinto. Lo
encontramos en unas viejas ruinas enanas al norte de Imbrur. Pero si esto es
una reliquia enana no vi ninguna igual antes, y he visto unas cuantas.
-Te pagaré una vez y media lo acordado, y nada más. Ahora enséñamelo.-dijo
alargando la mano.
El
saqueador dio un trago a su jarra, y empezó a rebuscar entre sus ropas. Sacó un
paño envuelto alrededor de algo del tamaño de una manzana grande. Empezó a
desenvolverlo con cuidado de que nadie lo viese, y se lo alargó a Torsak con
cuidado, no sin antes dudar, a pesar de que sabía que era un cliente de fiar.
Era una esfera plateada, con dibujos dorados en su superficie. Formas
geométricas imitando animales diversos.
- Me parece que es lo que llevo tanto tiempo buscando. Aquí tienes el
pago de la parte que habíamos acordado. La otra parte pásate a reclamarla
mañana a mi encargado en el mercado norte, no la llevo encima. - y tras decir
esto Torsak sacó del bolsillo un saquito y se lo entregó al hombre, que otra
vez volvió a dudar, pero por encima de todo este era un cliente a quien no
debía hacer enfadar.
El
saqueador miró dentro del saquito con discreción, y vio los zafiros en el
interior. Ya los contaría más tarde, esa taberna, aunque acostumbrada a este
tipo de asuntos, no era el lugar apropiado para mostrar una fortuna.
***
Horas
más tarde, Torsak se retiró a su habitación en la taberna. Podría haber ido a
su oficina comercial, donde sus trabajadores le dispondrían una, pero estando
tan lejos de casa prefería no llamar la atención. Se aseguró de poner una cuña en el interior
de la puerta, pues aunque la cerradura funcionaba correctamente, toda
precaución era poca. Se aseguró también de que el cierre de la ventana también
estaba en buenas condiciones.
Se
desvistió cuidadosamente, y se metió en la cama con su daga envenenada debajo
de la almohada, y allí también escondió la esfera. Una esfera que era más que
una joya. Las leyendas del sur decían que era un artefacto capaz de inducir
sueños en otros por orden de su portador, y de, a través de los sueños
controlar la mente del individuo bajo el influjo de la joya. Sí, este artefacto
le iba a traer muchos beneficios, pudiendo controlar completamente a la
competencia, haría a su empresa una de las más ricas del norte...
Una
suave brisa le indicó que alguien silenciosamente había abierto la ventana sin
hacer nada de ruido en absoluto. Abrió los ojos alzando rápidamente la daga en
una mano, y la esfera bien sujeta en la izquierda. Había un hombre delgado,
vestido de cuero, entrando por la ventana... en realidad sus orejas picudas
delataban su ascendencia élfica.
El
ladrón, con un estilete sacado de no se sabe dónde, le lanzó una cuchillada a
la garganta. Torsak, en calzones como le gustaba dormir, se lanzó hacia atrás
en una improvisada pirueta intentando aún deshacerse de las sábanas. El elfo se
lanzó sobre él por encima de la cama, y él aprovecho, con un gran esfuerzo,
para enrollar al ladrón con las mismas sábanas que le entorpecían, quitándose
un problema de encima. Aprovechó para golpear un par de veces al elfo en la
cabeza, y darle una puñalada, pero viendo que la daga no penetraba, se dio
cuenta de que el ladrón llevaba algún tipo de protección mágica.
Ante
esta situación, Torsak pensó que debería huir. Aprovechando que el ladrón
intentaba liberarse de las sábanas, fue hacia la puerta, quitando la cuña y
abriendo la cerradura, huyó al pasillo gritando para avisar a la servidumbre de
la posada. Salió corriendo hacia la sala común, con el elfo a sus talones, ya
liberado. Sus ojos azules y su pelo dorado brillaban con la luz de las velas
del pasillo.
Cuando
Torsak ya llegaba a la escalera, el elfo le lanzó una cuchillada a los talones,
que aunque no consiguió hacerle daño, bastó para que se tropezara, y cayese
rodando pesadamente por las escaleras. La esfera se le escapó de las manos, aunque
consiguió retener su daga. El elfo saltó ágilmente por encima de él, cogió del
suelo la esfera, y corrió hacia la puerta principal de la posada, que debido a
los asuntos oscuros que en ella se realizaban, permanecía abierta toda la
noche.
Pero
Torsak se levantó deprisa, aunque dolorido, y consiguió alcanzar al elfo, y
lanzarle una puñalada por la espalda, que aunque no atravesó, provocó un brillo
de chispas: la protección mágica había caído. El ladrón, sabiéndose
desprotegido, se dio la vuelta, y en ese momento Torsak aprovechó para lanzar
otra cuchillada a la mano que sujetaba la esfera. El elfo empezó a gritar,
quemado por el veneno de fuego de la daga, y abrió la mano dolorido. La esfera
plateada cayó con un ruido sordo al suelo.
En
ese momento, una sacudida de energía recorrió toda la taberna. Rayos amarillos
y blancos recorrieron la sala común en oleadas desde el punto en el que había
estado peleando. Torsak se vio lanzado contra la pared con fuerza. Cuando todo
pasó, observó al elfo achicharrado al otro lado de la sala, y en medio a un
mago alto, de pelo negro, vestido con ropas moradas con bordes dorados y
multitud de runas brillantes.
El
mago se agachó a recoger la esfera, y volvió a alzarse, sonriendo a Torsak, y
todo empezó a llenarse de niebla espesa...
***
Torsak
se despertó, se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Metió la mano
debajo de la almohada para asegurarse de que todo estaba correcto... ¡la esfera
no estaba! abrió los ojos y se dio cuenta de que la habitación estaba levemente
iluminada. No recordaba haber dejado ninguna vela encendida... Y entonces lo vio.
El mismo mago del sueño, la misma sonrisa, las runas de su túnica eran las que
iluminaban la habitación.
- Veo que las leyendas eran ciertas, esta esfera tiene un gran potencial-
dijo antes de desaparecer como si nunca hubiera estado allí.
CONTINUARÁ...
David, cuando la historia este terminada podeis probar suerte y enviar los cuentos a una editorial, a lo mejor soys los futuros JK Rowlings españoles;).
ResponderEliminarBueno, me parece que eso sería mucho pedir, aunque no descartamos la posibilidad de publicar algún día, sólo por autosatisfacción jajaja
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