lunes, 24 de febrero de 2014

Arenas



El rugir del estadio.
Las miles de voces aclamando su nombre.
El polvo en el aire, y la arena del suelo. El sudor y la sangre. El frío contacto del acero en la mano y su mordisco en el hombro.
El combate.

El silencio se hizo dueño de un segundo. Todos esperaban el gran final. Ya solo quedaban dos. Espada y escudo a un lado, dos manos desnudas al otro. Pero descuidad, no está indefenso, una imperceptible aura lo rodea, un manto que tiembla y se agita, que ruge y crepita. Guerrero y mago, cara a cara.
Dos grandes rayos procedentes de su adversario impactan en su pecho
¡Dolor! Sí, demasiado quizás, más de lo que ha sentido nunca, pues no es un corte ni una punzada, sino magia. Aquella que todos temen y pocos adoran. Aquella por la que el estadio enloquece ahora.
Toca el turno de levantarse. ¡Recoge tu arma! ¿Dónde? ¡Ahí!
¿El escudo? ¡Demasiado lejos!
¡Salta! ¡Uff! Esa esfera llameante ha estado cerca. Corre… ¡CORRE!
Calor y frío, miedo y valentía. Otra vez en el suelo, pero no se rinde. Risas. ¿Burlas? No… diversión. ¡Ahí viene! El astuto guerrero lanzó su espada a un lado y los rayos atraídos como imanes se desviaron de su verdadero objetivo. Hay pocos metros entre ambos y uno de ellos corre. Los dos tienen sus manos desnudas pero el mago se apresura a lanzar un hechizo… lento. El golpe ha sido fuerte, justo en el pómulo. El público grita de júbilo.
Tirado en el suelo y encima de su oponente el guerrero no cesa en su ataque. Golpe, golpe y golpe va moldeando la cara de su adversario. Pero la magia es sabia.
Con un fuerte impulso el guerrero sale disparado hasta la pared norte. ¡¡Ohh!! El mago juega bien sus cartas. Y ahora tiene las de ganar. Rayos y tormentas, fuego y estrellas. ¡Si!
El guerrero rueda hasta el arma más cercana. ¿Una alabarda? Suficiente. Localiza a su objetivo… apunta y lanza. Perfecto. Su adversario está distraído ¡Es el momento! El guerrero corre hacia él de nuevo, recogiendo por el camino su arma extraviada.
¡Llegó! ¡Dolor! Un grito indescriptible invade el estadio. ¡No se ve nada! ¡Quién ha sido! ¡Qué ha pasado!
La arena se despeja y en el centro de la niebla se ve, imponente, al guerrero, y a sus pies el mago.
La gente grita. “¡Muerte! ¡Muerte!”
El príncipe se levanta “¡Muerte! ¡Muerte!” Levanta la mano. Silencio. Habla. “¡El pueblo dicta su sentencia, el mago debe morir!” Júbilo.
El terror del mago es palpable y el dolor le impide contraatacar. Sabedor de su final se despide del mundo.
Espada en mano, y preparado para el golpe final, el guerrero se despide de su adversario. Aunque nadie lo sepa, ellos son hermanos... Pero el estadio ha hablado.

jueves, 20 de febrero de 2014

Cuentos

El niño avanzaba por el bosque, en busca del lugar del cuento. Los adultos le habían contado que todo eran mentiras, entretenimiento para los niños como él, que no encontraría nada. Pero el niño creía en los cuentos.
Entre la niebla y los árboles apareció: un arco de piedra, surcado por runas doradas de mil idiomas perdidos, sosteniendo un velo de oscuridad. Frente al arco había un anciano sentado, y frente a él una mesa con una moneda grande, de oro.

- Para cruzar el arco, deberás lanzar antes la moneda. - dijo el anciano mirándole con sus ojos lechosos.
- ¿Por qué?- respondió el niño.
- Para conocer tu camino.

Sin dudarlo, el niño cogió la moneda, lisa, sin cara, ni cruz ni dibujo alguno. Aún curioso, la lanzó, y cayó en la mesa boca arriba, o quizás boca abajo, pero ahora había claramente algo escrito en su lisa superficie, escrito en lengua antigua: volverás.

El anciano extendió su brazo mostrando el arco, y el niño avanzó. 
Cruzó el arco aún escuchando el susurro del viento en las hojas del otoño, como en los cuentos del bardo.

martes, 18 de febrero de 2014

El nacimiento.

Y así comenzó aquella aventura. No habían acabado de pisar aquel puente, sí, sí, ese que cruza el río Anguis, cuando lo encontraron. Abierto, roído y pisoteado por algunas botas y cascos de caballos ahí estaba. Un libro. Pero no era un libro cualquiera.

Sin dudarlo lo levantaron y ojearon su interior. Los dos muchachos miraron sus páginas, arriba y abajo, en busca de letras, fórmulas secretas y quizás algún truco para un hechizo del tres al cuarto. Pero aquel libro no escondía ningún secreto; estaba en blanco.

Decidieron que a ratos uno y a ratos el otro llenarían sus hojas de inumerables historias, leyendas, cuentos y fábulas para darle vida y honrarle, pues cualquier libro debe ser premiado con el honor de verse escrito. 

Y aunque no se diesen cuenta en ese momento, ya habian escrito con grandes letras arcanas en su portada las palabras: "El Arco de las Runas"